domingo, 26 de enero de 2014

Los Argentinos NO saben dónde queda Venezuela. (o Mi último viaje a 6,30)

Sí, creí que solo les pasaba a los gringos, pero resulta que los argentinos tampoco saben dónde queda Venezuela. Bueno, ciertamente no todos, pero buena parte de ellos desconocen que Venezuela se ubica en Suramérica. Este detalle fue algo que me impresionó en mi reciente viaje decembrino a Buenos Aires, y lo descubrí al buscar infructuosamente antiguas postales de mi país entre los puestos de antigüedades del impresionante Mercado de San Telmo. – ¿Tiene postales o fotos viejas de Venezuela señor? – Ché, buscátela allí, en la caja de “Postales de Centroamérica” –me respondían–­. Después de hablar con unos cuantos porteños descubrí que muchos no saben con certeza si Venezuela forma parte de Centro o Sur América, parece ser que para ellos, que están tan al sur, todo lo que se ubica en la zona media del mapa de nuestro continente debe ser llamado Centroamérica. Ah… pero del fallecido presidente Chávez, Maduro y nuestro control de cambio sí que saben.

Argentina está atravesando el mismo proceso que ha venido soportando Venezuela en los últimos años. Ostentan una generosa industria nacional, y producen buena parte de sus alimentos, sin embargo, al preguntar por algunos artefactos tecnológicos las respuestas pueden sonar conocidas para los venezolanos: –En estos momentos no lo tenemos, es muy difícil que lo encontrés porque el gobierno ha restringido la importación por el tema de los dólares. –Entiendo, gracias amigo (exclama uno con cierto dejo de morbosidad, como quien conoce el futuro de su interlocutor). –No, ¡por favor!­ –es la respuesta de ellos, que casi no usan el “de nada” venezolano, sino esta expresión tan calurosa que reafirma su disposición a atender amablemente a todo turista que los visita.

Si te encuentras en el micro centro de la ciudad de Buenos Aires, que agrupa buena parte de los íconos políticos, turísticos y económicos de la nación argentina, fácilmente te toparás con ciudadanos que despotrican vehementemente todas las decisiones del gobierno de la actual mandataria Cristina de Kirchner, personas que rematarán la conversación diciendo algo que suena muy conocido (solo que con acento argentino) “No... pero esto pronto caerá, los argentinos están acostumbrados a la buena vida, aquí no nos aguantamos la devaluación del peso ni estos cortes eléctricos por mucho tiempo, viste”.

Luego, una experiencia diametralmente opuesta. Cuando visitamos el popular barrio de la Boca, que tiene como principales atractivos a su bello “Caminito” y el inigualable estadio de fútbol de la Bombonera (llamado así por su aspecto parecido al de una caja de bombones) el testimonio de los habitantes cambia rotundamente. La Boca se encuentra hacia el sur del centro, y se trata de un barrio mucho más humilde, con habitantes que viven en casas menos ostentosas y se dedican a labores no muy bien remuneradas; allí, sin que preguntáramos, nos hicieron llegar sus optimistas impresiones acerca de lo que se vive en Venezuela y Argentina. Los “K”, como le llaman a los seguidores del actual mandato, creen firmemente que van por buen camino, y otra vez resuenan palabras conocidísimas en Venezuela: –Los diarios burgueses hablan de corrupción, pero se les olvidó todo lo que hicieron los anteriores mandatos, cuando nos hicieron el “corralito” los diarios no denunciaron nada y ahora vienen a dársela de santos. Sí, puede que algunos estén robando, pero al menos esta vez le llega algo de dinero al pueblo, vos podés ver que construyen casas, centros asistenciales, ¿antes?, ché, antes no veías nada de eso. Y qué vas a hacer, si la opción que tenés al frente es peor que lo que tenemos ahora!



En Boca descubrí que el fútbol argentino, antes del gobierno de los Kirchner, solo podía ser disfrutado por televisión por aquellos que pagaban el derecho a ver los partidos. Esto cambió y el pueblo puede ver su fútbol sin tener que pagar. Una medida populista del actual mandato, pero sin duda una medida justa y necesaria. ¿Se imaginan no poder ver por televisión un juego de las Águilas o un Caracas-Magallanes si no pudiste pagarlo? Y es que en la Argentina aún subsisten medidas propias del capitalismo más avasallador. Si recibes una llamada en tu teléfono celular muchas veces tendrás que pagar por haberla recibido, muy a pesar de lo que también tiene que cancelar el que realiza la llamada. En los bancos te cobran hasta por entrar, y el costo del agua embotellada puede llegar a asustar a cualquiera. Buenos Aires es una ciudad despreocupada, pero cara, al viajero frecuente puede recordarle París con facilidad por su belleza arquitectónica y el precio de algunas cosas (en comparación con otras ciudades latinoamericanas).

Otro detalle que no olvidaremos jamás de Caminito es el personaje argentino que nos convidó a entrar de manera jocosa a su restaurante típico de carnes diciendo: “¿Venezolanos? Aceptamos tarjetas de crédito, Cesta Tickets, Sodexho…” Días después volveríamos a escuchar de la boca de muchos algo parecido en la concurrida calle peatonal Florida: “Hola, sos venezolano? Aceptamos Cadivi, cobramos el 20 por ciento…”. Caso omiso y continuamos.

En el pequeño pero cómodo apartamento bonaerense que alquilamos para pasar dos semanas (incluyendo navidad y fin de año), recibimos la visita de una amiga caraqueña (educadora de profesión) quien nos ofreció sus impresiones acerca de la cultura argentina tras convivir con ellos aproximadamente dos años: “Los porteños son muy cultos, porque les gusta la lectura, el teatro, la música, pero a la vez son un pueblo bastante vacío, que viven pendientes de los chismes de la farándula y que centran mucho su atención en cosas superficiales, como el fútbol”. Efectivamente, la televisión argentina es amarillista, la programación de algunos canales me recuerda mucho la televisión venezolana de los años noventa, con exceso de anunciantes y estrechez de contenido; el héroe nacional es Marcelo Tinelli, un conocidísimo presentador de televisión (una especie de mezcla entre Luis Chataing y Daniel Sarcos). Los periodistas siempre están pendientes de lo que sucede con Messi y el Papa Francisco, las futuras generaciones argentinas tendrán un contingente de Lioneles y Franciscos. Los canales del estado presentan todas las noticias desde la óptica del oficialismo, y los canales de la oposición hacen lo propio para combatirlos. Para la mitad del país todo está bien, y para la otra nada sirve. Descubrí que a veces resulta muy triste verse al espejo.

Pero Buenos Aires, con todo y sus problemas típicos de pueblo latinoamericano, es un espectáculo de ciudad. El centro de la urbe goza de mucha seguridad, puedes ver gente en la calle a las doce de la noche usando su teléfono celular sin la menor preocupación, aunque sí tuvimos la oportunidad de ver un intento de robo en la avenida Avellaneda, una zona que no es muy frecuentada por turistas. Su sistema de transporte es impresionante, con una tarjeta llamada SUBE (Sistema Único Boleto Electrónico), que recargas cómodamente una y otra vez, puedes embarcarte tanto en colectivos, como en subtes (metro) y trenes. Algo llamativo a los ojos del venezolano: puedes sobregirarte con la tarjeta, si te sobrepasas por 10 pesos no hay problema, es lo que llaman “saldo anticipado”, un servicio que brinda la posibilidad de disponer del servicio aunque no tengas dinero cargado a la tarjeta, al recargarla simplemente te descuentan lo que te “prestaron”.

La gente no tiene tabúes al vestir, característica que notamos inmediatamente al ver que el agente de migración que nos recibió portaba un vistoso aro en la oreja y una corbata con su nudo aflojado como parte de su look. Pueden verse muchos hombres y mujeres de 60 años o más luciendo vistosos tatuajes mientras cargan a sus nietos. A pesar de ser una ciudad extremadamente dinámica, los porteños viven a otro ritmo, siempre tienen tiempo para ir a pasear a los hermosos bosques de Palermo o para tomarse un mate, bebida estimulante y amarga que sirve más bien para socializar, pues del pequeño recipiente donde se sirve todos deben absorber usando la misma bombilla (una especie de pitillo metálico generalmente adornado).

Por ser verano, el sol aparecía todos los días a las cinco de la mañana y se ocultaba aproximadamente a las diez de la noche, era como estar en Maracaibo en horario extendido, con una temperatura que siempre coqueteaba los 40 grados centígrados. En esta época del año casi todas las mujeres visten con shorts (todo un deleite para los caballeros), y algunos hombres andan por las principales avenidas con el dorso descubierto sin la menor preocupación. Las publicidades de navidad muestran a San Nicolás en bermudas y disfrutando de la playa, la emoción colectiva pasa más por la llegada del calor que por la pascua en sí, los adornos navideños escasean y buena parte de los habitantes abandonan Buenos Aires para irse de vacaciones a Mar del Plata o Punta del Este en Uruguay.


Para la fiesta de fin de año mis acompañantes y yo decidimos pasarla en El Viejo Almacén, un típico restaurante que ofrece show de tango. La velada fue magnífica, compartimos con turistas de todas partes del mundo, hay que recordar que Argentina recibe 5,6 millones de turistas al año. La sorpresa de la noche (y del viaje), fue la siguiente: Tras presenciar unos fabulosos bailarines de tango, con ejecución de bandoneón en vivo incluida, suben al escenario unos cinco personajes de aspecto boliviano, pero que representan el norte de Argentina, pues diferente a lo que muchos piensan son bastantes los argentinos de rasgo más bien indígena. Primero tocan algunos temas gauchescos, luego escuchamos algo que nos resulta más familiar, el Alma Llanera tocada en pleno barrio de San Telmo pero con instrumentos propios de los andes. Nos embriaga la oportunidad de escuchar el segundo himno nacional justo antes de partir el año pero cinco mil kilómetros más al sur de donde suena la gaita. Una sorpresa que entonamos tres venezolanos en medio de un público atónito por nuestra alegría, nunca supimos por qué sucedió, ¿acaso forma parte de su repertorio habitual?, ya otro amigo venezolano que vive a orillas del Río de la Plata nos había advertido antes (y pudimos constatarlo): “estos argentinos tocan en las plazas públicas el tema Moliendo Café y el público cree que es una invención de ellos”.


por Jinderson Quiroz
@maracaibogratis

3 comentarios:

  1. Excelente artículo. Me causó mucha gracia el chico en Boca con el "tenemos arepas, ron Pampero, aceptamos Valeven, Sodexo...". Buenos Aires es magnífica, una ciudad que se mueve con cordialidad pero también con el recio caracter de sus habitantes,

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  2. Que lindo post. Muy lindo leerlo. Me hiciste sonrerir cada letra. Muy acertadas todas tus apreciaciones. Tu experiencia fue como turista claro, yo vivi casi 3 anos y fue una mezcla entre turista e inmigrante. El porteno es xenofobico tambien (no todos obvio) pero igual, esas cosas malas entre comillas que uno puede sentir de Buenos Aires SE OLVIDAN porque es una ciudad MARAVILLOSAS que te hace sonar. EL invierno es maravilloso, la primavera mas.

    Besos y saludos!

    Remly M.
    Venezolana casada con un Argentino
    http://www.thelittlevenecia.com/

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    1. Que bueno tu feedback... mi email es jinderson_q@hotmail.com. Mi twitter @maracaibogratis Si puedes me sigues para manetener contacto. Me gustó tu site. Vives en Argentina o Venezuela? Saludos, Jinderson.

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